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Grillos y piojos
EL RUIDO DE LA CALLE
Grillos y piojos
Raúl del Pozo
Publicado el Viernes, 18 de junio de 2010
Hay pasajes deslumbrantes en la historia de la conquista y descubrimiento de América, con proezas no superadas por héroe alguno. Eran otros tiempos, cuando teníamos la cabeza vuelta hacia la mar. Ahora nos miramos al ombligo y somos escuálidos. Las hazañas de Aquiles o de Odiseo no se pueden comparar con las de Núñez de Balboa o de Cabeza de Vaca, porque las aventuras de éstos no salen de la ficción sino de la verdadera historia. A mí me fascinan no sólo los protagonistas de la epopeya sino los héroes desconocidos o de a pie, los grumetes de la narración y hasta los insectos que les acompañaban a escondidas.
Los españoles que se embarcaban en Cádiz guardaban en los dijes piojos y grillos. Los piojos salían del puerto como liendres y se convertían en cáncanos durante la travesía. Según Cervantes, al morirse les indicaban a los marineros que habían atravesado la línea equinoccial del ecuador. Los grillos evitaban con su cántico la melancolía. Narran los cronistas que un marinero gaditano guardaba un grillo en la expedición de Cabeza de Vaca. El insecto nunca entonó su melodía hasta que estuvieron a punto del naufragio en la isla de Santa Catalina, en las costas de Brasil. Sintió la tierra, cantó y evitó que se ahogaran 400 hombres y 30 caballos.
En esta segunda y precipitada decadencia, España ha vuelto a ser un coro de grillos siguiendo la parábola de Antonio Machado. Con un José Luis Rodríguez Zapatero solo ante el naufragio y los piojos amenazando con volver, no se vislumbra acción alguna para evitar la hecatombe. Mientras el presidente del Gobierno defendió en Bruselas la solvencia de España, Mariano Rajoy, el líder de la oposición, intentó convencer a Angela Merkel de que España no es Zapatero y de que sacará las cosas adelante. No sólo los portavoces del acorralado Gobierno acusan a la oposición de filibusterismo, sino que los dirigentes del PP imputan al Gobierno acciones de nepotismo y sadismo contra la oposición.
Ya que estamos embarcados en parábolas náuticas, recordemos que, antes, los filibusteros no eran los españoles sino pasto de ellos: se los comían después de asarlos en una parrilla. Esta práctica la aconsejaba Richelieu ya que, según el cardenal, pertenecíamos a una nación insaciable y pérfida. Tal vez tuviera razón. Ahora precisamente, JP Morgan, que tiene nombre de filibustero, declara que España no va a poder financiar ni refinanciar la astronómica deuda. El Tesoro logró colar ayer 3.500 millones en bonos a 10 años a un interés de prestamista, cerca del 5%.
Mientras, los padres de la patria, con sus cabezas de chorlito, se dedican a acuchillarse en la borda de un barco que se dirige al acantilado, sin que avisen los grillos ni se mueran los piojos.